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viernes, 4 de abril de 2008

Frente a las mujeres Somalíes



Hoy encontré a África en el periódico. Este acontecimiento inusual es digno de mención. A veces parece que nuestro cotidiano no cubre el continente con la atención que merece. Curiosamente, el artículo (sobre el genocidio gubernamental desencubierto en Kenia) no mencionaba un solo nombre de mujer. Evidentemente, nos diremos, las mujeres, fruto cultural de una discriminación institucionalizada en el continente, muy difícilmente aparecerán en los titulares como actoras en el conflicto africano -especifico “como actoras” pues como víctimas aparecen bastante más seguido- lo que me hizo pensar: cuando eres del África, negra, y mujer, ¿quién escribe sobre ti?

Somalia es, de acuerdo con el ICG (Internacional Crisis Group), el “Estado más íntegramente fallido del mundo”. Apenas 30 años desde su constitución como Estado, Somalia deja de ejercer funciones estatales (con el desplomo de todas sus instituciones legislativas, judiciales, militares, sistema bancário y servicios sociales) en 1991, cuando derrocan el gobierno de Siyad Barre. Incluso antes del 91, el sueldo mensual de los funcionarios somalíes era menor al valor de un día de comida para una familia media, y diez años de guerra civil al noroeste habían dejado miles de muertos entre guerrillas y bombardeos gubernamentales.



Después de la conocida y vergonzosa retirada de la ONU en el 95, los propios somalíes diseñaron variadas y frágiles estructuras, muchas veces basadas en la ley islámica (Shari´a) y políticas pseudoestatales en las zonas de menor conflicto. Incluso dentro de éstos, la violencia de género es una actividad criminal cotidiana del conflicto. Las mujeres y niñas son víctimas de innombrables horrores en la lucha entre clanes, ya que son prácticas comunes para afirmar la victoria de un clan sobre otro las esquemáticas violaciones de todas las mujeres y niñas, para así crear una nueva generación perteneciente al clan victorioso.

Paralelamente, con la escasez de niños y hombres que salen de las comunidades a luchar, las mujeres han tomado un papel cada vez mayor en la microeconomía local. Aunque las condiciones laborales sean devastadoras, y la humillación social sea la marca de las mujeres que ocupan el “lugar del hombre” como proveedoras, este contexto ha permitido la organización de mujeres y niñas de las comunidades, que, desde el estrechísimo diámetro de sus posibilidades, han mostrado una admirable rebelión a favor de la paz.

Cabe mencionar que la importancia que tiene el género en la lógica de clanes (el clan es heredado siempre del lado del padre), y con esta menor importancia dada a las mujeres de los clanes, éstas se han podido mover más libremente entre clanes (las mujeres prestan lealtad a varios clanes, y menos fielmente que los hombres, pues pertenecen al clan del padre, y, que raras veces es el mismo, al clan del marido) para ofrecer ayuda a los heridos de los enfrentamientos, protegerse a sí mismas e incentivar treguas entre clanes.

Con femenina audacia, el campo de trabajo de estas mujeres ha sido de lo más creativas.
En Burao en 1993, por ejemplo, las mujeres de ambos bandos corrían entre los contendientes amenazando quitarse los pañuelos que cubrían sus cabezas, y así avergonzar públicamente a sus hombres si éstos no dejaban de disparar. También han sido comunes las huelgas de piernas cruzadas, y manifestaciones en medio de la lucha entre grupos armados, recitando buraanbur (poesía folclórica originalmente de guerra, pero convertida a mensajes de paz) con las cabezas cubiertas de pañuelos blancos simbolizando luto. Las organizaciones femeninas han llevado a cabo diversas actividades vitales en este escenario de ausencia de estado al proporcionar comida, refugio, cuidados sanitarios, etc. a familias atacadas o desplazadas por el conflicto. También han desarrollando proyectos para asistencia ante traumas y desmovilización de soldados, además de presionar por la igualdad de acceso a los servicios y por la inclusión de las mujeres en la toma de decisiones.

Habiendo captado la atención internacional, estas mujeres propusieron crear el sexto clan, el clan de las mujeres, que tenga 25 asientos reservados en las conferencias en Arta, dedicadas a la formación de un gobierno nacional transitorio, y lo consiguieron en la decimotercera conferencia de paz, en el 2000. Durante la decimocuarta, entre 2003 y 2005, sin embargo, las mujeres fueron “nuevamente rebajadas al estatus de observadoras” (Gardner dixit).

Que la ONU juega un papel vergonzoso en la construcción de la paz en el África, no es novedad, y que las mujeres jamás son consideradas en estos proyectos, tampoco. Pero si volcamos nuestra atención a la potencialidad que tiene este género unido como promotor de la paz, si progresivamente nuestro interés las enfoca, si nuestros titulares las enfocan, si convencemos al mundo de que sí están, de que sí hacen, de que sí existen, entonces sus coterráneos no podrán más pretender que no.






-la mujer habitada

5 V-oces:

Paola R. Senseve T. dijo...

Y se hizo la palabra!!!

Marco dijo...

genial...

Otro Nivel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
utópico dijo...

y ya no vuelven mas?

Libre... dijo...

Muy misogeno el asunto verdad...

Triste muy triste.